Tiempos estos, que entre el fragor de las carreras y los estreses, el espíritu nos llama también a la reflexión. Al recuerdo. Al reunirse en familia. A celebrar. A animarse. A reir. Pero a veces también a llorar de nostalgia y pues de esperanza también se echan unas lágrimas.
De niño vi en la televisión un cuento, que terminaba con una canción. La técnica de las imágenes usaba muñecos de madera que en cada toma iban desplazándose para efectuar sus acciones. Como extraño esas escenas. Buscando en la I-net, hallé un video. Yo, digo hallé y no encontré, porque casi que me parece como un tesoro: El Tamborilero.
El niño es guiado por la luz de la estrella. Un burrito y una ovejita lo alientan a continuar. LLeva el niño por toda pertenencia un viejo tambor. Es que el es un tamborilero. El niño toma prisa en su caminar para llegar prontito a Belén.
Ante el pesebre, todos dejan sus regalos. El niño desea tener un presente para dejar en honor del recién nacido. Con lo que cuenta para ofrendar es su profesión, su trabajo, y aunque suene a ronco, que no de otra manera es el sonido de un tambor, Dios le sonrió.
La Wikipedia, registra que el origen de esta canción, es una leyenda checoslovaca. Menciona también que la historia del tamborilero, tiene mucha relación con el relato de Anatole France: El juglar de la Virgen.
Amigo lector, ese a mi entender es el mensaje de esta canción. El niño, ofrece como mayor tesoro, su cotidiano trabajo. Que hermosa lección.
Cualquiera que sea la idea que tengas acerca de Dios, Feliz Navidad, amigo lector.
Carlos Torres, especialista en acumulación de energía (pilas y baterías), planos eléctricos, mantenimiento eléctrico doméstico e industrial. Móvil 996583864 (24 horas al día).